El escándalo diplomático se centra en la flagrante violación de la seguridad nacional cuando Mike Huckabee se reunió clandestinamente con Jonathan Pollard, un espía convicto por traicionar a Estados Unidos, en suelo estadounidense dentro de la Embajada de Israel. La indignación se intensifica por la total ausencia de condena hacia Huckabee; en cambio, la administración ofreció elogios, implicando un respaldo oficial a la recepción de un traidor condenado en un recinto diplomático clave.
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